{ Comiendo con Calidad y Cantidad : CCC }

Nunca creí que algún día me pondría en la posición de miles de mujeres y hombres: perder peso. O para que me duela más, como mi mamá. Desde pequeña la veía haciendo dietas. Y la veía sufrir y llorar, ser criticada y molestada por ser gordita.

En México y Estados Unidos de América (USA) existen en día muchos obesos. Tanto adultos como niños, ya están sufriendo de la obesidad; los niños que no lo son ahorita, rápidamente están yendo a esa dirección. ¿Por qué?, los niños de ahora comen más alimentos procesados que de los del pasado. No hacen ejercicio. Y si se quieren poner a dieta algunas adolescentes, éstas consisten en no comer del todo o comer cosas que no son para adelgazar; o comen excesivamente de sólo un alimento. En fin, hay muchos factores, pero son los que más están viéndose y de los que recuerdo.

Ser obesos no trae buenos resultados a nuestras vidas; primero, gastamos mucho en doctores o nutriólogos; después gastamos en los medicamentos que nos recetan, los cuales el 99 % no son seguros para nuestra salud. Después, si nos cae mal ese medicamento o dieta extremista, vamos a parar al hospital. Lo peor es que todo lo anterior no sirvió más que decrecer la cantidad de años de vida que pudimos haber ganado si hubiéramos hecho las cosas a tiempo y bien.

En mi caso particular: cuando apenas habían pasado tres meses desde que me diagnosticaron la enfermedad, aun estaban experimentando mis papás conmigo sobre qué alimentos me caían bien o mal, dependiendo a las reacciones físicas o emocionales que mostrara. Pero llegó un momento en que ya estaba harta y quería un cambio tajante, porque siempre estaba tirada en cama, de mal humor, con muchas ronchas en todo mi cuerpo, todo el cuerpo repito. Tenía un hambre voraz y si no recibía a tiempo el alimento me transformaba en un monstruo. Quería hacerle daño a las personas, mi cabello se me estaba cayendo. Estaba engordando, tenía cachetes como nunca tuve en toda mi vida. No tenía fuerzas, etc.

Entonces a mí mamá se le vino la idea de juntar dinero para ir con la nutrióloga que alguna vez le estaba ayudando a bajar de peso, pero que dejó de ir por falta de dinero. Como yo estaba desesperada acepté y mi papá sacó dinero de su billetera. Una vez en el consultorio de la doctora, ésta me pesó, me midió con varios aparatos los músculos de mi cuerpo, me hizo preguntas de cómo me sentía y recuerdo que estaba al borde de llorar porque ya quería terminar con la pesadilla, no sabía cómo controlar mis emociones. Era un desastre. Y en medio de las preguntas, ella me aseguró que eso de la hipoglucemia no podía ser una enfermedad, que a lo mejor me habían mentido, que sólo les ocurre a los diabéticos. Y eso no me gustó, fue el primer punto malo que le vi. Pero bueno, es la profesional, y uno como persona no especializada en ese campo trata de hacerle caso al doctor. Aunque no dejé de creer que tenía Hipoglucemia.

Al día siguiente mi padre fue por la lista de alimentos y a comprar la despensa nada más para mí. La primer semana era horrible, tenía que comer a ciertas horas y no podía aguantar con el ardor en el estómago esperar a cierta hora para poder comer lo siguiente en la lista. Después la segunda semana era lo mismo. No recuerdo si fui de nuevo a los 15 días y no había un cambio en mi peso, pero sí en mis reacciones. Lloraba más, estaba más violenta, tenía crisis de ronchas. Había momentos en que me viajaba completamente, me sentía como si estuviera caracterizando a un drogadicto, porque no sé la verdad qué se siente estar drogada.

La lista de alimentos contaba de lo que alcanzo a recordar de muchas cosas que ahorita me daría miedo volver a comer, como: salchichas, galletas de maíz saladas, carnes, alguno que otro dulce. Muy pocas verduras y en general, muchos alimentos que en realidad son comercializados como "dietéticos". 

Pues dejé la dieta. Y dejé a la doctora. Ir con ella costaba en el 2005 como $550 pesos, cada vez, y sólo para medirme y según a que me checara. Cuando en realidad sólo me observaba, me hacía preguntas que mi mamá me podría hacer y anotar alguna cosa en la tarjetita que les da a todas sus clientas y adiós, nos vemos la semana próxima. La despensa, sí, los alimentos que yo sólo comía le salía a mi papá a la semana $2000 pesos. Emocionalmente estaba desgastada como físicamente.

Después vino la siguiente doctora, una gastroenteróloga. Quien sin ser psiquiatra o psicóloga me dio la tarea de tomara unas pastillas muy fuertes, supresoras de ansiedad, de tal forma que no me diera hambre tan seguido. El paquete de pastillas eran menos de 10 pastillitas, las cuales costaban $1700 pesos en el 2005. Sí, me ayudaron a no comer tanto, pero me ayudaron desgraciadamente a subir más kilos, a no tener ganas de nada. A tener pesadillas y querer consumir más y más antidepresivos. Y luego ir con ella a chequeo como consulta costaba $1000 pesos. Así que esos gastos en febrero del 2005 a junio de 2005 para una familia que vive con una pensión de $6000 era un infierno.

De muchas formas que lo veamos, ser obeso nos matará jóvenes o nos colocará en un camino de preocupaciones médicas, económicas, emocionales y físicas.

De las estadísticas que siempre veo impresas en documentos de investigación, o revistas de salud especializadas, o blogs o enciclopedias, se dice que casi alrededor de USA y México, cada uno, tiene 2 millones de habitantes que necesitan bajar de peso.

Las hermanas de mi mamá, todas, son obesas. Sus hermanos también. 

Por lo tanto, no es de sorprendernos que vemos cientos de diferentes programas para perder peso que prometen resultados milagrosos para éstos miles de personas que hacen dietas (y en las cuales gastamos, como nación más de 40 billones de dólares cada año). Desafortunadamente, mientras que muchos de estos programas ayudará a personas a alcanzar en alguna medida perder peso, ese peso es típicamente ganado en un período de tiempo corto -y casi ciertamente dentro de un año- después de no seguir la dieta.

Es lo que siempre les ha sucedido a mis parientes maternos. Todos han estado en cientos de dietas casa 6 meses, porque ya sea se aburren o sienten que no pudieron bajar lo suficiente. Hay tías que hasta pastillas han tomado y que bueno que no han parado al hospital. Invierten en sus dietas, médicos, etc, más dinero que alimentarse bien ellas o ellos y a su familia completa. Cuando ven que están bajando, no paran de hablar puras cosas buenas que sienten con el cambio que experimentan, y pasado otros seis meses, vuelven a subir de pesos y más del que habían bajado. Algunas tías han quedado en la ruina por éstas acciones.

Ciertos de estudios clínicos muestras que si comes en "X" forma, perderás peso-pero ese peso muy seguido regresa de nuevo, y regresa más pronto de lo que se va. También hay miles de testimonios personales que apoyan el beneficio de perder peso de las varias dietas milagrosas, no importando qué tan bizarras sean (incluyendo todas las formas de parches, pociones y pastillas). Sin demasiado esfuerzo, es fácil de encontrar dietas que prometen pérdida de peso al restringir a una persona el consumo de un alimento particular (tales como los "malos" carbohidratos) y otros que restringen el consumo de todos los alimentos exceptuando aquellos que están en la "lista de alimentos aprobados" (que invariablemente tiende ser una lista arbitraria con pocas bases creíbles de evidencia científica).

Lo anterior es lo que me sucedió, que fui a parar en manos de una química bióloga que se creía nutrióloga sólo porque llevó un curso al respecto, y viendo la oportunidad de dinero, le valió hacerme pasar por esos meses de depresión. Ya no digamos a mis padres el riesgo económico.

Es extremadamente difícil encontrar algo que la mayoría de expertos en nutrición puedan estar de acuerdo, pero generalmente todos acuerdan que limitando el consumo de granos altamente procesados y azúcares pueden ayudarnos a deshacernos de los kilos de más.  Después de eso, sin embargo, el campo de aconsejar dietas se convierte en un campo de batalla donde el debate sucede más seguido en los medios de comunicación que en el laboratorio o en la clínica. 

Sí, es cierto, para empezar, si lo que te interesa es bajar de peso saludablemente, debes de dejar consumir comida empaquetada, altamente procesada. Dejar de ir a los McDonald's, los Carl Junior, restaurantes que ofrecen alimentos grasos, o muy azucarados como los de Dairy Queen. Los Vips, etc. Dejar de comprar sabritas, galletas, nieves, pasteles, panes de harina blanca, tortilla de harina blanca, panes dulces. ETC, la lista es inmensa.

No importa qué tengan qué decir los defensores de las varias dietas, la línea de fondo (para los profesionales de nutrición) se reduce a la ciencia. Lo que dice la ciencia, claramente, es que cualquiera de las populares y altamente promocionadas dietas pueden ayudarte a perder peso, que son altamente efectivas en las etapas primarias de la dieta (cuando tienes más de 14 kilos por perder), pero se convierten menos efectivas para perder peso en lo que te vas acercando al peso deseado.

¿A quién no le ha pasado eso? A mí sí...

La dieta de tu elección puede también determinar cómo podrías morir: aquellos que escogen una dieta de mucha grasa-pocos carbohidratos, tienden a fallecer de enfermedades del corazón y accidente cerebro-vascular.  Mientras que los que llevan la dieta de muchos carbohidratos-poca grasa, tienden a fallecer de cáncer y enfermedades neurológicas.

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